Si hay un parlamento donde necesita hablar sobre el Genocidio Armenio, es la Asamblea Nacional de Turquía, aseguró el diputado turco armenio Garo Paylan.
Ereván (SoyArmenio) — Si hay un parlamento donde necesita hablar sobre el Genocidio Armenio, es la Asamblea Nacional de Turquía, aseguró el diputado turco armenio Garo Paylan.
El diputado turco Garo Paylan hizo una declaración reconociendo el Genocidio Armenio en el parlamento turco durante la discusión del proyecto de presupuesto estatal para el próximo año.
“Antes de 1915, los armenios vivían en estas tierras: en Isparta, Mersin, Adana, Trabzon, Tigranakert, Bursa, y uno de cada cinco en este país era armenio, pero ahora ni siquiera podemos llenar un estadio si nos reunimos los armenios de Turquía. Por supuesto, no nos evaporamos. Se produjo un gran desastre que, desafortunadamente, negamos con una política de abjuración y nos negamos a hablar de ello durante 104 años.
Miren, otros parlamentos hablan del genocidio y nosotros solo contestamos que no hablen de ello. Los temas relacionado con nuestra región deberían discutirse en esta región. Si hay un parlamento en el mundo que debería hablar sobre esto, es la Gran Asamblea Nacional de Turquía porque somos los hijos de estas tierras”, dijo Garo Paylan.
El genocidio armenio
También llamado Mec Yełeṙn o "Gran Crimen", fue la deportación forzosa y exterminio de aproximadamente un millón y medio de personas por el gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio otomano, desde 1915 hasta 1923.
Se caracterizó por su brutalidad en las masacres y la utilización de marchas forzadas con las deportaciones en condiciones extremas, que generalmente llevaba a la muerte a muchos de los deportados.
Otros grupos étnicos también fueron masacrados por el Imperio otomano durante este período, entre ellos los asirios, los griegos pónticos y los serbios.
La fecha del comienzo del genocidio se conmemora el 24 de abril de 1915, el día en que las autoridades otomanas detuvieron a 235 miembros de la comunidad de armenios en Estambul; en los días siguientes, la cifra de detenidos ascendió a 600. Posteriormente, una orden del gobierno central estipuló la deportación de toda la población armenia, sin posibilidad de cargar los medios para la subsistencia, y su marcha forzada por cientos de kilómetros, atravesando zonas desérticas, en las que la mayor parte de los deportados pereció víctima del hambre, la sed y las privaciones, a la vez que los sobrevivientes eran robados y violados por los gendarmes que debían protegerlos, a menudo en combinación con bandas de asesinos y bandoleros.
Aunque la República de Turquía, sucesora del Imperio otomano, no niega que las masacres de civiles armenios ocurrieron, no admite que se trató de un genocidio, arguyendo que las muertes no fueron el resultado de un plan de exterminio masivo, sistemático y premeditado dispuesto por el Estado otomano, sino que se debieron a las luchas interétnicas, las enfermedades y el hambre durante el confuso periodo de la Primera Guerra Mundial.
A pesar de esta tesis, casi todos los estudiosos —incluso algunos turcos— opinan que los hechos encajan en la definición actual de genocidio.
Se lo considera por lo general el primer genocidio moderno; de hecho, es el segundo caso de genocidio más estudiado, después del Holocausto.
El primero en reconocer el genocidio de los armenios en el Imperio Otomano fue Uruguay en 1965, posteriormente le siguieron Rusia, Francia, Italia, Alemania, Holanda, Bélgica, Polonia, Lituania, Eslovaquia, Suecia, Suiza, Grecia, Chipre, Líbano, Canadá, Venezuela, Argentina y casi todos los estados de EEUU, además del Vaticano, el Parlamento Europeo y el Consejo Mundial de Iglesias.
Se caracterizó por su brutalidad en las masacres y la utilización de marchas forzadas con las deportaciones en condiciones extremas, que generalmente llevaba a la muerte a muchos de los deportados.
Otros grupos étnicos también fueron masacrados por el Imperio otomano durante este período, entre ellos los asirios, los griegos pónticos y los serbios.
La fecha del comienzo del genocidio se conmemora el 24 de abril de 1915, el día en que las autoridades otomanas detuvieron a 235 miembros de la comunidad de armenios en Estambul; en los días siguientes, la cifra de detenidos ascendió a 600. Posteriormente, una orden del gobierno central estipuló la deportación de toda la población armenia, sin posibilidad de cargar los medios para la subsistencia, y su marcha forzada por cientos de kilómetros, atravesando zonas desérticas, en las que la mayor parte de los deportados pereció víctima del hambre, la sed y las privaciones, a la vez que los sobrevivientes eran robados y violados por los gendarmes que debían protegerlos, a menudo en combinación con bandas de asesinos y bandoleros.
Aunque la República de Turquía, sucesora del Imperio otomano, no niega que las masacres de civiles armenios ocurrieron, no admite que se trató de un genocidio, arguyendo que las muertes no fueron el resultado de un plan de exterminio masivo, sistemático y premeditado dispuesto por el Estado otomano, sino que se debieron a las luchas interétnicas, las enfermedades y el hambre durante el confuso periodo de la Primera Guerra Mundial.
A pesar de esta tesis, casi todos los estudiosos —incluso algunos turcos— opinan que los hechos encajan en la definición actual de genocidio.
Se lo considera por lo general el primer genocidio moderno; de hecho, es el segundo caso de genocidio más estudiado, después del Holocausto.
El primero en reconocer el genocidio de los armenios en el Imperio Otomano fue Uruguay en 1965, posteriormente le siguieron Rusia, Francia, Italia, Alemania, Holanda, Bélgica, Polonia, Lituania, Eslovaquia, Suecia, Suiza, Grecia, Chipre, Líbano, Canadá, Venezuela, Argentina y casi todos los estados de EEUU, además del Vaticano, el Parlamento Europeo y el Consejo Mundial de Iglesias.
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