Sirvard "Silva" Kaputikian o Kaputikyan (Սիլվա Կապուտիկյան) no fue solo una poeta y escritora, sino también una activista académi...
Sirvard "Silva" Kaputikian o Kaputikyan (Սիլվա Կապուտիկյան) no fue solo una poeta y escritora, sino también una activista académica y política, a la que se ha llamado la principal poeta de Armenia.
Nacida de padres originarios de Van el 20 de enero de 1919 en Ereván, la capital armenia, en donde pasó toda su vida. A los 13 años escribió su primer poema que fue publicado en el diario Պիոներ կանչ.
Su padre, Parunag Kapoutikian, era trabajador en la publicación nacional y fue asesinado en 1920. Después de graduarse de la Facultad de Filología de la Universidad Estatal de Ereván, se especializó asistiendo a cursos superiores del Instituto de Literatura Mundial Gorki. Hizo su debut literario en 1930 y publicó su primera colección de poemas en 1945, que incluía "Khosk im vordun" (Un mensaje a mi hijo), reconocido como uno de los poemas más famosos de Kaputikian.
Los dos temas principales de sus obras eran la identidad nacional y la poesía lírica. Kaputikian, cuyos padres eran refugiados de Van, recuerda su terrible experiencia durante el genocidio armenio en "Hin karote" (Mi anhelo) de 1992.
Sus obras han sido traducidas a varios idiomas. Ha recibido varios premios internacionales, entre ellos "Renombrado Maestro de las Artes" de la República Soviética de Armenia (1970) y "El reconocido trabajador de las Artes" de la República Soviética de Georgia (1980), el Premio Nacional de la URSS (1982) y de la República Soviética de Armenia (1988); el premio italiano "Nósside", asi como también fue galardonado con la Orden de San Mesrob Mashtots (Armenia) y "Knyaginia Olga" (Ucrania). Kaputikian era parte de la Academia Nacional de Ciencias de Armenia y miembro del PEN Internacional.
Políticamente estaba comprometido firmemente a favor de la libre determinación de Karabaj y se lo dijo personalmente en febrero de 1988, durante una recepción en el Kremlin, a Mijaíl Gorbachov y su esposa Raisa, que eran muy aficionados a la poesía de Kaputikian.
Ella también era un académico de la Academia Nacional de Ciencias y miembro de la Unión de Escritores de Armenia. Se desempeñó como diputada del Consejo Supremo de la RSS de Armenia entre 1975-1980.
Se casó con el famoso poeta armenio Hovhannes Shiraz con quien tuvo un hijo, el conocido escultor Aram Shiraz.
Kaputikian apareció, haciendo de ella misma, en un documental de 1992 de Sergei Parajanov titulado "Parajanov: La Última Primavera" (1992).
El 14 de abril de 2004 escribió una carta abierta titulada "Kocharyan se debe ir", en protesta contra los duros métodos de que usara el entonces presidente de Armenia Robert Kocharyan contra los manifestantes del 12 de abril de 2004. En esa ocasión, devolvió el premio "San Mesrob Mashtots" que le había sido entregado el Presidente en 1999.
Murió en Ereván el 25 de agosto de 2006 de un derrame cerebral a la edad de 87 años en agosto de 2006.
Los siguientes poemas fueron publicados en "30 Poetas Soviéticos" de Russinyol Margarita , impreso en agosto de 1977, en la Unidad Productora 08, «Mario Reguera Gómez», Benjurnda 407, Ciudad de La Habana.
LA CANCIÓN DE NUESTRAS PIEDRAS
¡Piedras, vosotras sois la historia misma!
Entre desgracias y miserias fuimos
construyendo luctuosos edificios,
oscuros monumentos a lo oscuro.
Los creadores de ojos angustiados
sangre y sudor secaban en sus frentes
y eran negras las piedras en los muros
como nuestro destino negro y duro.
Negros los pensativos monasterios
son y son negros los antiguos templos;
ellos trasudan torturadas, serias,
las rígidas facciones de mi Armenia.
¡Piedra de luto, negras
en los pisos,
los techos
y los muros,
oh piedras trabajadas
abrumadas
por la huella habitual de las rodillas!
Pero también las piedras de la dicha,
en algún sitio piedras de colores,
se ocultaban, hurtándose en rincones,
bajo la tierra, piedras de alegría;
como las brasas bajo la ceniza.
¡Oh piedras, tantos siglos vuestro sueño
conoció tiempos agrios y severos,
oh piedras, las rosadas
y lilas y moradas!
¡Surgisteis ya de sombras subterráneas,
no son para vosotras las tinieblas!
¡A la luz, a la tierra
irrumpisteis de nuevo hada los hombres-
y se alegró la tierra y ya las nuevas
paredes son color de primavera,
son del mismo color de nuestros días,
y ya todo el destino de mi Armenia
es igual al destino de sus piedras!
El tiempo nuevo con sus manos buenas
las despertó a la luz de la alborada.
¡Oh piedras, las rosadas
y lilas y moradas!
Versión:David Cbericián
LILIT
«Eva» -murmuraban sus labios,
pero su alma respondía:
«Lilit.»
AVETIK lSAAKIÁN
Fuiste chispa en los dos primeros pedernales,
eres esplendor móvil de lucientes fanales,
esencia de remotos momentos iniciales,
¡Lilit, Lilit!
En el fondo del alma, del mundo oculta, ardiente
humo eres, y nube, eres sueño clemente,
inaprecíada el doble, deseada doblemente,
¡Lilit, Lilit!
Del alma eres cercano regocijo triunfal,
manantial de atracción, de duda manantial,
del placer breve instante, vuelo y caída total,
¡Lilit, Lilit!
Aquí el pan y la tierra y tú -de la idea luces.
Estás en cualquier parte, variable aspecto luces,
si en fuego te conviertes, a cenizas reduces,
¡Lilit, Lilit!
Aquí techo y abrigo, tú -espacio dilatado.
Rescoldo del hogar, tú -del bosque fuego amado,
aquí conformidad, tú -el eterno altercado,
¡Lilit, Lilit!
Extraña a todos, nadie te reconocerá.
Aquí Eva. Aquí está el fruto. Tu flor no lo dará.
Sola. Entre cielo y tierra, siempre sola estarás.
¡Lilit, Lilit!
Versión:David Cbericián
MIS RAÍCES
De las fiestas el Vardavar, del día
que corrían doncellas jubilosas
hacia las fuentes
tengo la alegría.
La fresca risa sin causa aparente
que se derrama como el agua cIara
del jarro, y la agudeza y picardía
de sus canciones que en mí se quedara
y siento gusto por las indolentes
y mordaces palabras.
y siento yo en la hora
de la verdad aquella fuerza viva
de las madres armenias, que no imploran
clemencia al enemigo, activas
madres de Armenia,
menudas pero estoicas;
amorosas gallinas
que cobijaran con sus alas finas
a tantas crías, en mí siento
su voluntad, su furor y su aliento.
De sus mujeres silenciosas,
solemnes y galanas
que iban al templo majestuosas
el porte tengo yo y la gallardía.
Seducción y temor de su sombría
mirada mis pupilas están llenas...
y también en mis venas
hay ese sentimiento reservado
de la esposa de Armenia que su prado
guardaba silenciosa y expectante
por el esposo errante.
Sacando la paciencia de la amada heredad,
viviendo años enteros sin amor,
tengo de ellas en mí fidelidad
y sereno esplendor...
Versión: David Chericián
SI, YO TE DIJE...
Sí, yo te dije: «vete si eso quieres»-
pero ¿por qué no te quedaste aquí?
Sí, yo te dije: «adiós, ya no me esperes»-
pero, ¿c6mo pudiste irte de mí?
A despecho de mis palabras, rojos
estaban ya mis ojos de llorar.
¿Por qué no diste crédito a mis ojos?
¿Por .qué creíste a mis palabras más?
Versión: David Chericián
SEPARACIÓN
Nos enlazó una ciudad de .nueve estaciones.
Pero luego, las vías férreas,
los brazos de esas nueve estaciones
te arrancaron implacablemente de mis brazos.
y quedó solitario mi corazón
como los andenes de esas nueve estaciones
tras la partida de los trenes.
Llevo conmigo la tristeza
de las innumerables separaciones,
el dolor de todas las despedidas
en las nueve estaciones.
y con las largas sirenas de despedida
de los trenes que parten hacia nueve rumbos,
suspiro yo
en las yertas vías desiertas.
Traducción: Jorge Zalamea
INVITACIÓN A LA CASA
Me regocija el jaleo sabatino
cuando los briosos sobrinos,
llegados de la aldea,
entran sin previo aviso.
El trabajo, el descanso,
¡todos patas arriba!
La mamá suplica en vano:
«¡Los pies, los píes!»
Con sus suelas meten en casa
casi la mitad del Iodo del camino.
Olorosos a viento y aldea,
ríen, alborotan,
revuelven el baúl dé la abuela
y martirizan mi viejo radio.
Pero desde este otoño,
se han vuelto formales los mozos.
En cuanto llegan a casa
se sientan al piano.
En un expectante silencio,
los mozos tocan a su agrado
cuanto les han enseñado
en la escuela rural recién abierta.
La noche se hace luminosa y ancha;
dejo mi libro a un lado
y la pequeña «Marmota» vivaracha
salta por todos los cuartos.
¡Beethoven!
Hoy vienes de lejos
a la ciudad, a mi casa,
desde la aldea que secularmente
sólo conoció la canción de las montañas.
Allí sólo cantaba la tristeza del juglar.
El horizonte estaba cerrado por las peñas.
¡Ah grandes hombres, entrad a casa!
¡Bienvenido, Beethoven!
Traducción: Jorge Zalamea
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