Pertenecer a la diáspora armenia, según veo, tiene muchas interpretaciones y recovecos que, según mi modesta observación, no conducen a ni...
Pertenecer a la diáspora armenia, según veo, tiene muchas interpretaciones y recovecos que, según mi modesta observación, no conducen a ningún puerto. Desde ya, son todas expresiones sentidas y de algún modo, apegadas a las tradiciones. Asistir los domingos a los Madagh, por ejemplo, colaborar con el clero y la iglesia, juntarse con amigos en una comilona para hablar del tiempo y “En el cielo las estrellas…”, orgullosos de pertenecer a tal o cual institución, tal o cual agrupación y a los bunkers de la masonería.
Todo ello, desde afuera, pinta color naranja. A eso lo faltarían el rojo y el azul grabado en el corazón. Pero ¿cual es el objetivo de todos ellos?: ¿”Vivieron felices y comieron perdices…”?
Que yo sepa, en línea general nuestra diáspora es conformada por hijos y nietos sobrevivientes del Genocidio, y parece haber renunciado al suelo de sus ancestros.
No todo es negativo desde luego. Lo positivo son los colegios y los padres que sueñan con darles a sus hijos un toque de distinción armenia.
Ahora bien: ¿A qué apuntan? Contestaría: “A nada”. Con ello les ahorraría a muchos el trabajo de devanarse los sesos. Nuestra gente no tiene ni la menor idea de cómo planear nuestro futuro que nos condena a desaparecer, ni siquiera posee la noción de diferenciar entre creerse armenio y ser armenio. No sabe qué hacer con la carga emotiva heredada de sus padres y abuelos.
Y ahora permítanme hacerme cargo de mis palabras: ¿Los masones de qué sirven como armenios? ¿De qué sirvieron estando en medio del Genocidio? Sabrán acaso que lo “armenio” como sentimiento, está por encima de su masonería, por encima de cualquiera disciplina forense; por encima incluso del apellido y de cualquier doctrina religiosa.
Todos conocemos de cerca a aquellos que durante dos mil años martirizaron a la humanidad con su problemática existencial y ¿qué pasó? Logrado su propósito, mostrando la verdadera faceta de su personalidad; descubrieron la bestia oculta debajo de su piel de “Amante de la Paz”. Hoy es un Estado terrorista, impío y criminal, sionista.
Contrariamente a nosotros, cuatro gatos locos que cada uno maúlla en dirección contraria a los demás. Contrariamente a aquellos, elegidos y privilegiados por EEUU, nuestra idiosincrasia carece del espíritu de venganza, mucho menos del ánimo de llevarnos la humanidad por delante.
Pasaron cien años y estamos empantanados con aquello de los Derechos Humanos, con el negacionismo obstinado de nuestros verdugos; con que el Presidente tal o cual al ponerse el traje de Pará Noel nos regalaría golosinas milagrosas que resolverían todos nuestros problemas existenciales. Que somos casi diez millones de indocumentados viviendo a costillas de otros pueblos.
Ya sé; alguien me dijo, refiriéndose a Armenia Libre e Independiente: “Es lo que tenemos”. Tal vez sea cierto; Armenia es lo que tenemos. O sea: tendremos que resignarnos de que nos hayan robado nuestro pasado, usurpado nuestras tierras, burlado nuestro origen. “Esto, es lo que tenemos…” Y, pasar de largo.
Ir a los Madagh para figurar que todavía cumplimos con nuestro deber para con la memoria de nuestros abuelos y familiares masacrados… Manifestar ante las embajadas del Estado Turco y de su hermanita Azerbaiyán los días claves y olvidarse el resto del año…
Ya sé; la iglesia no se toca, a su gente tampoco. No se le exige más armenidad de lo que insinúa. Su misión es una misión sagrada: ellos van derecho al cielo y nos llevan con ellos colgados de sus alas, mientras nosotros, haciendo pie en este mundo, seguimos naufragando sin saber qué rumbo tomar.
Nadie se da cuenta que Turquía se burla de nuestra ingenuidad, de nuestra poca imaginación para lograr derribar los muros de intolerancia. ¡Claro que nada es imposible! El caballo de Troya lo demostró, aunque fue después de trescientos años… El judío errante hizo realidad su sueño dos mil años después. Es… para tomar en cuenta.
Tomar en cuenta también la versión, según el libro consagrado como sagrado, que su Dios les prometió una tierra que no les pertenecía…
Haciendo comparación; los palestinos también podrían pensar “Eso es lo que tenemos y quedarse en el molde resignados con perder su nación.[i] Ellos luchan con la cuerda al cuello valientemente por sus derechos con lo que tienen a mano.
Cuba luchó y lucha por sus ideales de igual modo contra la prepotencia imperialista y ya, de a poco, está por culminar su revolución favorablemente.
Nosotros los armenios de la diáspora no nos podemos igualarnos con ninguna otra comunidad cuyo país esté de pie. Somos apátridas, gran parte e nuestras pertenencias históricas se encuentra en poder del enemigo, sea turco o azerí. De igual modo los palestinos. La diferencia entre ellos y nosotros es que ellos son “palestinos” por encima de todo; encima de su religión, de sus partidos políticos, de sus comilonas, de su masonería. No son como nosotros decorados de una armenidad idealizada, condecorados por otras nacionalidades y aquí no ha pasado nada: ¡Todo el mundo feliz!
Si esa es la interpretación de nuestra diáspora para la mayoría, pues yo renuncio a esa mayoría. Uno es lo que quiere ser y yo elegí lo que soy. La vida en sociedad es una elección; creer cumplir con la conciencia y con el deber moral asistiendo a un Madagh, apoyando a la iglesia y al clero, asociándose a la masonería o a alguna otra institución para que a uno lo tomen en cuenta… son para mí manifestaciones que carecen de fundamento: son panfletos decorativos de color naranja. Es correr una carrera con un caballo rengo; es colgar en el ropero la armenidad y trajearse de gala para la apariencia en sociedad. De esa forma seguiremos hasta que Dios lo decida simplemente como adornos.
Todo ello, desde afuera, pinta color naranja. A eso lo faltarían el rojo y el azul grabado en el corazón. Pero ¿cual es el objetivo de todos ellos?: ¿”Vivieron felices y comieron perdices…”?
Que yo sepa, en línea general nuestra diáspora es conformada por hijos y nietos sobrevivientes del Genocidio, y parece haber renunciado al suelo de sus ancestros.
No todo es negativo desde luego. Lo positivo son los colegios y los padres que sueñan con darles a sus hijos un toque de distinción armenia.
Ahora bien: ¿A qué apuntan? Contestaría: “A nada”. Con ello les ahorraría a muchos el trabajo de devanarse los sesos. Nuestra gente no tiene ni la menor idea de cómo planear nuestro futuro que nos condena a desaparecer, ni siquiera posee la noción de diferenciar entre creerse armenio y ser armenio. No sabe qué hacer con la carga emotiva heredada de sus padres y abuelos.
Y ahora permítanme hacerme cargo de mis palabras: ¿Los masones de qué sirven como armenios? ¿De qué sirvieron estando en medio del Genocidio? Sabrán acaso que lo “armenio” como sentimiento, está por encima de su masonería, por encima de cualquiera disciplina forense; por encima incluso del apellido y de cualquier doctrina religiosa.
Todos conocemos de cerca a aquellos que durante dos mil años martirizaron a la humanidad con su problemática existencial y ¿qué pasó? Logrado su propósito, mostrando la verdadera faceta de su personalidad; descubrieron la bestia oculta debajo de su piel de “Amante de la Paz”. Hoy es un Estado terrorista, impío y criminal, sionista.
Contrariamente a nosotros, cuatro gatos locos que cada uno maúlla en dirección contraria a los demás. Contrariamente a aquellos, elegidos y privilegiados por EEUU, nuestra idiosincrasia carece del espíritu de venganza, mucho menos del ánimo de llevarnos la humanidad por delante.
Pasaron cien años y estamos empantanados con aquello de los Derechos Humanos, con el negacionismo obstinado de nuestros verdugos; con que el Presidente tal o cual al ponerse el traje de Pará Noel nos regalaría golosinas milagrosas que resolverían todos nuestros problemas existenciales. Que somos casi diez millones de indocumentados viviendo a costillas de otros pueblos.
Ya sé; alguien me dijo, refiriéndose a Armenia Libre e Independiente: “Es lo que tenemos”. Tal vez sea cierto; Armenia es lo que tenemos. O sea: tendremos que resignarnos de que nos hayan robado nuestro pasado, usurpado nuestras tierras, burlado nuestro origen. “Esto, es lo que tenemos…” Y, pasar de largo.
Ir a los Madagh para figurar que todavía cumplimos con nuestro deber para con la memoria de nuestros abuelos y familiares masacrados… Manifestar ante las embajadas del Estado Turco y de su hermanita Azerbaiyán los días claves y olvidarse el resto del año…
Ya sé; la iglesia no se toca, a su gente tampoco. No se le exige más armenidad de lo que insinúa. Su misión es una misión sagrada: ellos van derecho al cielo y nos llevan con ellos colgados de sus alas, mientras nosotros, haciendo pie en este mundo, seguimos naufragando sin saber qué rumbo tomar.
Nadie se da cuenta que Turquía se burla de nuestra ingenuidad, de nuestra poca imaginación para lograr derribar los muros de intolerancia. ¡Claro que nada es imposible! El caballo de Troya lo demostró, aunque fue después de trescientos años… El judío errante hizo realidad su sueño dos mil años después. Es… para tomar en cuenta.
Tomar en cuenta también la versión, según el libro consagrado como sagrado, que su Dios les prometió una tierra que no les pertenecía…
Haciendo comparación; los palestinos también podrían pensar “Eso es lo que tenemos y quedarse en el molde resignados con perder su nación.[i] Ellos luchan con la cuerda al cuello valientemente por sus derechos con lo que tienen a mano.
Cuba luchó y lucha por sus ideales de igual modo contra la prepotencia imperialista y ya, de a poco, está por culminar su revolución favorablemente.
Nosotros los armenios de la diáspora no nos podemos igualarnos con ninguna otra comunidad cuyo país esté de pie. Somos apátridas, gran parte e nuestras pertenencias históricas se encuentra en poder del enemigo, sea turco o azerí. De igual modo los palestinos. La diferencia entre ellos y nosotros es que ellos son “palestinos” por encima de todo; encima de su religión, de sus partidos políticos, de sus comilonas, de su masonería. No son como nosotros decorados de una armenidad idealizada, condecorados por otras nacionalidades y aquí no ha pasado nada: ¡Todo el mundo feliz!
Si esa es la interpretación de nuestra diáspora para la mayoría, pues yo renuncio a esa mayoría. Uno es lo que quiere ser y yo elegí lo que soy. La vida en sociedad es una elección; creer cumplir con la conciencia y con el deber moral asistiendo a un Madagh, apoyando a la iglesia y al clero, asociándose a la masonería o a alguna otra institución para que a uno lo tomen en cuenta… son para mí manifestaciones que carecen de fundamento: son panfletos decorativos de color naranja. Es correr una carrera con un caballo rengo; es colgar en el ropero la armenidad y trajearse de gala para la apariencia en sociedad. De esa forma seguiremos hasta que Dios lo decida simplemente como adornos.
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