(AFP) Casi cien años después de las masacres de 1915, cada vez más turcos de origen armenio, hijos e hijas de aquellos que tuvieron que con...
(AFP) Casi cien años después de las masacres de 1915, cada vez más turcos de origen armenio, hijos e hijas de aquellos que tuvieron que convertirse para sobrevivir, redescubren su identidad y la asumen públicamente.
Criado como buen turco en la religión musulmana, Berkin acaba de descubrir sus orígenes cristianos. Fue por casualidad, porque sus padres nunca le confesaron este "gran secreto". A principios del siglo XX, su familia era armenia.
"Cuando mi abuela hablaba en casa, yo ponía la oreja. Porque no era ni turco, ni kurdo. Con mi abuelo pasaba lo mismo", cuenta el joven. "Entonces, me puse a investigar. Y así me enteré que mi bisabuelo fue un superviviente de 1915".
l 24 de abril de aquel año, el Imperio otomano inició el primer genocidio del XX siglo. En menos de un año, cientos de miles de armenios fueron deportados, cantidad de ellos fueron asesinados y la mayoría de sus bienes fueron confiscados.
Casi cien años después, los acontecimiento siguen siendo un tema delicado y las autoridades turcas se niegan rotundamente a calificarlos de genocidio.
Al igual que el abuelo de Berkin, decenas de miles de armenios se convirtieron al islam para escapar a las matanzas y escondieron sus orígenes en lo más profundo de su memoria. Durante décadas, el discurso oficial turco, que exalta a un solo pueblo, musulmán y sunita, ha relegado a estos "dönme", estos "convertidos", al rango de clandestinos.
"Estudio en un instituto tradicional. Nos designan siempre como el enemigo", lamenta Berkin. "Nos peleamos mucho durante las clases de historia porque les decimos que no somo traidores".
Pese a todo, desde hace unos años, la losa que cubre esta página de historia ha empezado a agrietarse. Y el pasado de los armenios de Turquía a resurgir.
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, habló este miércoles por primera vez del drama y dio el pésame a estos "nietos de los armenios muertos en 1915".
Aunque la palabra "genocidio" sigue prohibida y provoca fuertes tensiones diplomáticas, gracias entre otros a la presión de algunos intelectuales, el vocabulario cambia poco a poco.
"Cuando mi abuela hablaba en casa, yo ponía la oreja. Porque no era ni turco, ni kurdo. Con mi abuelo pasaba lo mismo", cuenta el joven. "Entonces, me puse a investigar. Y así me enteré que mi bisabuelo fue un superviviente de 1915".
l 24 de abril de aquel año, el Imperio otomano inició el primer genocidio del XX siglo. En menos de un año, cientos de miles de armenios fueron deportados, cantidad de ellos fueron asesinados y la mayoría de sus bienes fueron confiscados.
Casi cien años después, los acontecimiento siguen siendo un tema delicado y las autoridades turcas se niegan rotundamente a calificarlos de genocidio.
Al igual que el abuelo de Berkin, decenas de miles de armenios se convirtieron al islam para escapar a las matanzas y escondieron sus orígenes en lo más profundo de su memoria. Durante décadas, el discurso oficial turco, que exalta a un solo pueblo, musulmán y sunita, ha relegado a estos "dönme", estos "convertidos", al rango de clandestinos.
"Estudio en un instituto tradicional. Nos designan siempre como el enemigo", lamenta Berkin. "Nos peleamos mucho durante las clases de historia porque les decimos que no somo traidores".
Pese a todo, desde hace unos años, la losa que cubre esta página de historia ha empezado a agrietarse. Y el pasado de los armenios de Turquía a resurgir.
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, habló este miércoles por primera vez del drama y dio el pésame a estos "nietos de los armenios muertos en 1915".
Aunque la palabra "genocidio" sigue prohibida y provoca fuertes tensiones diplomáticas, gracias entre otros a la presión de algunos intelectuales, el vocabulario cambia poco a poco.
Ya en diciembre, el ministro de Exteriores, Ahmet Davutoglu tildó las deportaciones de armenios de "error" y de "acto inhumano".
El movimiento, por supuesto, es lento y difícil. Muchos miembros de esta comunidad, que suma millones de personas en Turquía según los historiadores, se niegan todavía a asumirlo públicamente. Pero otros, como Berkin, han dado el paso.
"Este joven ha entendido, sabe qué sangre corre por sus venas, ha entendido los acontecimiento del pasado", celebra Diane Hekibashyan, que acude a la misma iglesia de Estambul. "Sabe que no pedidos gran cosa, que no queremos más que la paz".
Entre otras señales de este prudente renacimiento está el éxito de las clases de armenio. Como las de Talar Silelyan, que reúne cada semana a una decena de personas que buscan su identidad escondida, como ella.
"Quienes han descubierto ya de mayores que eran armenios empiezan primero por aprender el idioma", explica esta joven ingeniera de formación.
"Antes nos daba miedo hablar de esto, pero ahora, tenemos más valor, podemos mencionar algunas cosas", añade. "Por otra parte, algunos turcos están dispuestos también a hablar, la gente quiere saber la verdad".
"Al fin, podemos celebrar juntos las fiestas, en nuestras iglesias", se felicita Tuma Özdemir, presidente de la asociación de cristianos de Oriente.
Pero los armenios siguen sin poder expresarse libremente en Turquía. Y el cercano centenario de los acontecimientos de 1915 hace temer nuevas tensiones.
"No exigimos grandes reparaciones por lo que pasó, simplemente queremos que (los turcos) lo reconozcan", dice Berkin. "No hemos desaparecido, estamos aquí, la huella de nuestros ancestros está aquí y nosotros reivindicamos nuestros orígenes".
Incluso contra la opinión de sus padres, el joven está determinado en ultimar su regreso a los orígenes. Una vez mayor de edad, se convertirá al cristianismo. Como su bisabuelo. "Para transmitir mi cultura a mis hijos".
El movimiento, por supuesto, es lento y difícil. Muchos miembros de esta comunidad, que suma millones de personas en Turquía según los historiadores, se niegan todavía a asumirlo públicamente. Pero otros, como Berkin, han dado el paso.
"Este joven ha entendido, sabe qué sangre corre por sus venas, ha entendido los acontecimiento del pasado", celebra Diane Hekibashyan, que acude a la misma iglesia de Estambul. "Sabe que no pedidos gran cosa, que no queremos más que la paz".
Entre otras señales de este prudente renacimiento está el éxito de las clases de armenio. Como las de Talar Silelyan, que reúne cada semana a una decena de personas que buscan su identidad escondida, como ella.
"Quienes han descubierto ya de mayores que eran armenios empiezan primero por aprender el idioma", explica esta joven ingeniera de formación.
"Antes nos daba miedo hablar de esto, pero ahora, tenemos más valor, podemos mencionar algunas cosas", añade. "Por otra parte, algunos turcos están dispuestos también a hablar, la gente quiere saber la verdad".
"Al fin, podemos celebrar juntos las fiestas, en nuestras iglesias", se felicita Tuma Özdemir, presidente de la asociación de cristianos de Oriente.
Pero los armenios siguen sin poder expresarse libremente en Turquía. Y el cercano centenario de los acontecimientos de 1915 hace temer nuevas tensiones.
"No exigimos grandes reparaciones por lo que pasó, simplemente queremos que (los turcos) lo reconozcan", dice Berkin. "No hemos desaparecido, estamos aquí, la huella de nuestros ancestros está aquí y nosotros reivindicamos nuestros orígenes".
Incluso contra la opinión de sus padres, el joven está determinado en ultimar su regreso a los orígenes. Una vez mayor de edad, se convertirá al cristianismo. Como su bisabuelo. "Para transmitir mi cultura a mis hijos".
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