Entiendo que Armenia debe defenderse de los lobos que la acechan por todas partes; pero, ¿y nosotros, los de la diáspora, quien nos defie...
Entiendo que Armenia debe defenderse de los lobos que la acechan por todas partes; pero, ¿y nosotros, los de la diáspora, quien nos defiende del desgaste y del peligro de desaparecer oxidados en el extranjerismo?
Renunciar a nuestras raíces ancestrales, al Ararat, nuestra eterna Montaña sacra, al suelo irrigado por nuestra sangre y donde fueron abandonados nuestros abuelos; es una traición.
Armenia como República Independiente no deja de ser un apéndice de nuestra gran Nación, descuartizada por chacales.
Un pasaporte es un documento que señala la Nacionalidad, raras veces acierta con el origen y una de mis mayores pretensiones es poseer un reconocimiento de origen, no de nacionalidad. Pese a lo que uno dice ser, desea ser o cree ser.
La mayor parte de nuestra diáspora, hijos y nietos de sobrevivientes, proviene de los territorios armenios, usurpados por Turquía. No procede, salvo excepciones, de Armenia República Independiente.
En esos últimos días entrevisté a un representante de nuestra querida Armenia “República Independiente” para presentarle mis inquietudes como escritor de origen armenio y mi objetivo de obtener un documento que me identifique como “armenio” de tal o cual región de nuestra Milenaria Armenia ocupada.
El hombre me propuso un pasaporte que cumpliría según él con el propósito requerido.
Un pasaporte, para mí, es una suerte de identificación incompleta, es un atuendo de la actualidad, un disfraz ciudadano nada más. Con un pasaporte armenio haría que visualizara “a” Armenia, con anteojeras puestas.
Que yo sepa, “Armenia Eterna” abarca las Provincias Armenias Usurpadas por el Estado Turco; Armenia República Independiente, Artzaj y Nejicheván (Esa última, maniatada por Azerbaiyán).
Muchos de nuestros hermanos se engolosinan con Armenia (Oriental) de tal forma que les impide ver más allá de sus narices. Vienen diciendo: ¡allí en Armenia, todo el mundo habla armenio! Eso me hace acordar aquél que fue a Londres y a su regreso explicó a sus conocidos que allí, en “London”, la gente es tan culta que incluso el lustra botas habla inglés.
Al plantearle mi visión sobre la causa armenia, el “Gran Hermano” manifestó lo siguiente: “Ustedes, los de la diáspora, deberían visitar Armenia una vez por año por lo menos” Cosa que me hizo acordar la Meca del Islam.
Por supuesto que me gustaría conocer Armenia -contesté-, pero mis medios económicos no me lo permiten. Por supuesto también, contactándome con el espíritu armenio de nuestra otra Armenia, haría de mí un escritor diferente, tendría más visión de la realidad y no me basaría en las noticias que rescato de aquí y de allá; pero según veo, Armenia debería colaborar, comprometerse, estirar el brazo hacia nosotros y no esperar todo de parte nuestra porque es el único territorio que nos queda de lo que fue Nuestra Gran Nación.
Visitar Armenia (República) no debe ser privilegio de los adinerados, de algunos fanáticos o suicidas. Si Armenia subsidiara el costo del viaje o pusiera a disposición su flota aérea para quienes desearan visitar Armenia, tal como lo hiciera Israel para con sus hermanos sionistas, no quedaría nadie, armenio y no armenio sin conocerla.
Que yo sepa, las autoridades armenias rechazaron el acceso a su país a los indocumentados “armenios” que huían abandonándolo todo bajo los bombardeos en Siria, y quien los aceptó, fue Turquía. Aunque no se me crea.
Para mí, Armenia se recuesta sobre clavos imitando a lo Faquires, esperando un milagro que no habría de llegar; no sabe resolver las necesidades de su población que emigra día tras día al exterior, principalmente absorbida por Rusia. No sabe contemplar su propio problema como para distraerse en pensar que su destino como nación está ligado indefectiblemente, no solamente a la diáspora, sino, también, quiera o no, a los armenios diseminados por los territorios de Armenia Milenaria bajo la bandera turca, hermanos que han salvado sus vidas disfrazándose.
Yo a eso y sin ánimo de ofender, me viene como una traición a las cenizas de nuestros abuelos, a la sangre derramada de nuestros familiares mártires de la intolerancia racial y religiosa.
Armenia ya por costumbre, espera la pleitesía de la diáspora por haber impuesto su grano de arena entre las naciones. El hecho de pensar de ese modo es - según creo- traicionar el origen de nuestra historia bíblica milenaria.
Nada es definitivo y la historia lo señala como tal. Ni Turquía seguirá siendo lo que es, ni Armenia como República Independiente, permanecerá apresada dentro de su frontera. Turquía prosperó y reverdeció contando con la herencia robada a los armenios.
Y volviendo al tema de las nacionalidades. La misma es una denominación como en el ejercito: un número; son disfraces; parodias convencionales sociales.
Cada ser humano junto con su ADN lleva su origen a cuestas, su origen es su verdadera y auténtica pertenencia, inalterable e incinerable.
Siendo nieto de huérfanos sobrevivientes del genocidio me halaga saber que existe un país en el tablero de las naciones llamado Armenia, pese a lo que reiteraba mi padre, en francés: “La Armenia no existe más”. Para el pobre hombre, Armenia era Diyarbekir, (Dicranaguerte), su ciudad natal.
Aunque nos duela recordar, tú y yo pertenecemos a una Madre Armenia abandonada a su suerte.
Sólo sé que lo definitivo no existe.
Para muchos de nosotros es fácil observar el correr de los días desde una cómoda butaca engarzada sobre laureles obtenidos en buena ley, esperando que otros piensen por nosotros y nos allanen el camino de regreso a casa.
Lo concreto es que nuestra Armenia “Occidental” sigue amordazada desde hace siglos esperando a que sus hijos se unan y la liberen cristianamente; sin derramar una gota de sangre. Se preguntarán de qué forma y yo les responderé con toda humildad con una de mis frases escritas en uno de mis libros: “una rosa puede definir una batalla” Esta sería nuestra salida, nuestra única solución. ¡Piénsenlo!
Renunciar a nuestras raíces ancestrales, al Ararat, nuestra eterna Montaña sacra, al suelo irrigado por nuestra sangre y donde fueron abandonados nuestros abuelos; es una traición.
Armenia como República Independiente no deja de ser un apéndice de nuestra gran Nación, descuartizada por chacales.
Un pasaporte es un documento que señala la Nacionalidad, raras veces acierta con el origen y una de mis mayores pretensiones es poseer un reconocimiento de origen, no de nacionalidad. Pese a lo que uno dice ser, desea ser o cree ser.
La mayor parte de nuestra diáspora, hijos y nietos de sobrevivientes, proviene de los territorios armenios, usurpados por Turquía. No procede, salvo excepciones, de Armenia República Independiente.
En esos últimos días entrevisté a un representante de nuestra querida Armenia “República Independiente” para presentarle mis inquietudes como escritor de origen armenio y mi objetivo de obtener un documento que me identifique como “armenio” de tal o cual región de nuestra Milenaria Armenia ocupada.
El hombre me propuso un pasaporte que cumpliría según él con el propósito requerido.
Un pasaporte, para mí, es una suerte de identificación incompleta, es un atuendo de la actualidad, un disfraz ciudadano nada más. Con un pasaporte armenio haría que visualizara “a” Armenia, con anteojeras puestas.
Que yo sepa, “Armenia Eterna” abarca las Provincias Armenias Usurpadas por el Estado Turco; Armenia República Independiente, Artzaj y Nejicheván (Esa última, maniatada por Azerbaiyán).
Muchos de nuestros hermanos se engolosinan con Armenia (Oriental) de tal forma que les impide ver más allá de sus narices. Vienen diciendo: ¡allí en Armenia, todo el mundo habla armenio! Eso me hace acordar aquél que fue a Londres y a su regreso explicó a sus conocidos que allí, en “London”, la gente es tan culta que incluso el lustra botas habla inglés.
Al plantearle mi visión sobre la causa armenia, el “Gran Hermano” manifestó lo siguiente: “Ustedes, los de la diáspora, deberían visitar Armenia una vez por año por lo menos” Cosa que me hizo acordar la Meca del Islam.
Por supuesto que me gustaría conocer Armenia -contesté-, pero mis medios económicos no me lo permiten. Por supuesto también, contactándome con el espíritu armenio de nuestra otra Armenia, haría de mí un escritor diferente, tendría más visión de la realidad y no me basaría en las noticias que rescato de aquí y de allá; pero según veo, Armenia debería colaborar, comprometerse, estirar el brazo hacia nosotros y no esperar todo de parte nuestra porque es el único territorio que nos queda de lo que fue Nuestra Gran Nación.
Visitar Armenia (República) no debe ser privilegio de los adinerados, de algunos fanáticos o suicidas. Si Armenia subsidiara el costo del viaje o pusiera a disposición su flota aérea para quienes desearan visitar Armenia, tal como lo hiciera Israel para con sus hermanos sionistas, no quedaría nadie, armenio y no armenio sin conocerla.
Que yo sepa, las autoridades armenias rechazaron el acceso a su país a los indocumentados “armenios” que huían abandonándolo todo bajo los bombardeos en Siria, y quien los aceptó, fue Turquía. Aunque no se me crea.
Para mí, Armenia se recuesta sobre clavos imitando a lo Faquires, esperando un milagro que no habría de llegar; no sabe resolver las necesidades de su población que emigra día tras día al exterior, principalmente absorbida por Rusia. No sabe contemplar su propio problema como para distraerse en pensar que su destino como nación está ligado indefectiblemente, no solamente a la diáspora, sino, también, quiera o no, a los armenios diseminados por los territorios de Armenia Milenaria bajo la bandera turca, hermanos que han salvado sus vidas disfrazándose.
Yo a eso y sin ánimo de ofender, me viene como una traición a las cenizas de nuestros abuelos, a la sangre derramada de nuestros familiares mártires de la intolerancia racial y religiosa.
Armenia ya por costumbre, espera la pleitesía de la diáspora por haber impuesto su grano de arena entre las naciones. El hecho de pensar de ese modo es - según creo- traicionar el origen de nuestra historia bíblica milenaria.
Nada es definitivo y la historia lo señala como tal. Ni Turquía seguirá siendo lo que es, ni Armenia como República Independiente, permanecerá apresada dentro de su frontera. Turquía prosperó y reverdeció contando con la herencia robada a los armenios.
Y volviendo al tema de las nacionalidades. La misma es una denominación como en el ejercito: un número; son disfraces; parodias convencionales sociales.
Cada ser humano junto con su ADN lleva su origen a cuestas, su origen es su verdadera y auténtica pertenencia, inalterable e incinerable.
Siendo nieto de huérfanos sobrevivientes del genocidio me halaga saber que existe un país en el tablero de las naciones llamado Armenia, pese a lo que reiteraba mi padre, en francés: “La Armenia no existe más”. Para el pobre hombre, Armenia era Diyarbekir, (Dicranaguerte), su ciudad natal.
Aunque nos duela recordar, tú y yo pertenecemos a una Madre Armenia abandonada a su suerte.
Sólo sé que lo definitivo no existe.
Para muchos de nosotros es fácil observar el correr de los días desde una cómoda butaca engarzada sobre laureles obtenidos en buena ley, esperando que otros piensen por nosotros y nos allanen el camino de regreso a casa.
Lo concreto es que nuestra Armenia “Occidental” sigue amordazada desde hace siglos esperando a que sus hijos se unan y la liberen cristianamente; sin derramar una gota de sangre. Se preguntarán de qué forma y yo les responderé con toda humildad con una de mis frases escritas en uno de mis libros: “una rosa puede definir una batalla” Esta sería nuestra salida, nuestra única solución. ¡Piénsenlo!
Rupen,que será de la vida de ese hombre con tanta magia q nos visitaba en paternal,en el local de ropa en el que yo trabajaba?un abrazo enorme a ese ser con tanta luz!
ResponderBorrarMelisa.