Estaban hechos el uno para el otro. Damien Hirst, 'enfant terrible' del arte contemporáneo, y Larry Gagosian, dueño de la mayor red...
Estaban hechos el uno para el otro. Damien Hirst, 'enfant terrible' del arte contemporáneo, y Larry Gagosian, dueño de la mayor red de galerías de arte del mundo, se unen en una exposición global, ambiciosa y polémica.
Una invasión de lunares a escala planetaria. Así se podría definir la muestra Damien Hirst. The Complete Spots Paintings 1986-2011. Un paseo por las inmensas salas de la galería Gagosian en la calle West 24 de Nueva York da una idea del contenido de la exposición: cuadros de puntos de colores. Lienzos cuadrados, rectangulares o circulares; de escala monumental o reducida; con puntos tan grandes como ruedas de camión, o tan pequeños como botones. Un paisaje similar se repetirá hasta el 18 de febrero en la otra galería Gagosian de Nueva York, en Madison Avenue, y también en Los Ángeles. Ocurrirá lo mismo en el resto de 'sucursales' Gagosian por el mundo: Londres, París, Roma, Atenas, Ginebra y Hong Kong. En total, 11 centros que exhibirán más de 300 obras, algunas a la venta y otras cedidas por instituciones y coleccionistas privados.Estas pinturas, de las que Hirst ha producido más de 1.500 en los últimos 25 años, han tenido un precio de entre 100.000 y 1,8 millones de dólares. Un tercio de las obras expuestas están a la venta, aunque no han hecho públicos los precios.
Como siempre ocurre con Hirst, el proyecto ha despertado debates encendidos. Se discute si se le puede considerar un artista (son sus ayudantes quienes ejecutan sus obras, y ellos han decidido también el color de los puntos). Se duda del valor de las pinturas, para algunos "fantásticamente aburridas" y para otros "vacías". Se menosprecia su obra como comercial (se venden desde cuadros de millones de dólares hasta chapas con su nombre y puntos de colores por un dólar). Y se acusa a esta exposición de ser un mero instrumento de autopromoción, después de dos años en los que su cotización ha sido menos espectacular de lo habitual. "Diferentes tipos de arte atraen a gente diferente, y eso es lo que hace al mundo un lugar interesante", dice Millicent Wilner, directora de la galería Gagosian en Londres, quien resalta que "es la primera vez que la obra de un solo artista protagoniza una muestra en 11 galerías del mundo de forma simultánea".
Damien Hirst (Bristol, 1965) y Larry Gagosian (Los Ángeles, 1945) han conseguido extender su impacto en el mundo del arte hasta lugares desconocidos para un artista y un galerista. Comparten su enfoque empresarial, una habilidad desconocida para el branding y una ambición transparente. Los dos son hombres hechos a sí mismos. Gagosian, hijo de emigrantes armenios sin ninguna vinculación familiar con el mundo del arte, fundó su primera galería en 1975, vendiendo pósters a 15 dólares.
Apadrinado por el coleccionista Charles Saatchi, Hirst ascendió a la cumbre del arte con obras e instalaciones polémicas, como las series de animales disecados y suspendidos en formol o su calavera de diamantes. Por su parte, Gagosian se afianzó como galerista tras introducir en el mercado californiano a artistas como Richard Serra o Eric Fischl. Ambos han sabido moverse en la difusa línea que separa el arte y el dinero. Hirst se saltó a sus marchantes e intermediarios (entre ellos, el propio Gagosian) para organizar una subasta con Sotheby's en 2008 que recaudó más de 200 millones de dólares. El galerista, con un manejo impecable de la publicidad y un apetito voraz por representar a los artistas más vendedores, ha conseguido montar una multinacional del arte con ventas anuales superiores a los 1.000 millones de dólares. Esta exposición es un nuevo salto mortal en el circo artístico que Hirst ha montado en torno a su persona, aunque pocos esperan que caiga a la lona: Larry Gagosian está en el otro trapecio.
Escrito por Javier Ansorena
Publicado en Fuera de Serie, el blog de Expansión, propiedad de Unidad Editorial Información Económica, S.L.
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