Foto: Mery Agakhanyan ( por Anush Bulghadaryan) Durante 22 meses había sido duro como las tablas de su cama y rezaba con una esperanza...
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Foto: Mery Agakhanyan |
Artur Badalyan, de 32 años, habitante del pueblo Haghartsin , lleva grabadas en su mente las pesadillas de casi dos años de cautiverio en Azerbaiyán y que dividieron su vida en un antes y después.
A pesar de que está de regreso en casa desde el 17 de marzo de 2011 como resultado del intercambio de prisioneros, las pesadillas, el insomnio, los ruidos en su cabeza y la sensación permanente de persecución no lo abandonaron.
El 9 de mayo de 2009, Artur y sus amigos fueron a recoger setas. En el área de la ciudad de Berd perdió a sus amigos y su camino, cayendo en manos del enemigo.
"Alguien me pidió cigarrillos en armenio y le dí uno. No dijo nada más. Sólo en ruso agregó "no tengas miedo". Luego se acercaron varios y me llevaron", recuerda." Yo estaba pensando lo peor. Pensé que nunca volvería, que me iban a matar para su 'bayram'”.(Nota: Bayram es una palabra turca que hace referencia a festividades religiosas o laicas)
Al principio, los azerbaiyanos llevaron a Artur a una unidad militar de la aldea de frontera, luego a Ghazakh, a Bakú y de vuelta, de nuevo a Ghazakh.
El único recuerdo bueno del cautiverio de Artur en el pabellón oscuro y húmedo de la cárcel de Bakú, es la de una rata y sus ratones. Nacieron y crecieron ante sus ojos. Dice que fueron sus únicos amigos en los días de pesadillas.
Afirma que en el segundo día de su cautiverio, en la unidad militar de una aldea desconocida, dos hombres le hicieron tumbarse de vientre y lastimaron sus piernas golpeándolas con intensidad. Posteriormente, fue trasladado a la unidad militar de la ciudad Ghazakh de Azerbaiyán, donde le aplicaron corriente eléctrica en los brazos.
"En Ghazakh estuve acostado un día con las manos atados. No desataron mis brazos ni para que pudiera, por lo menos, masajearme las piernas heridas. Al día siguiente, también, me golpearon y aplicaron electricidad en mis brazos. Sentí la corriente a través de todo mi cuerpo", dice Artur con dificultad, pero con detalles.
Dice que aparte de la tortura física también lo atormentaron psicológicamente, con el objetivo de que se suicidara.
Después de Ghazakh, Artur fue alojado en una de las unidades militares de Bakú por un año y 3 meses.
"En Bakú, fue terrible. Me trataron como a un cerdo y no como a un ser humano. La celda no tenía ventana, no había luz. Golpeaban la puerta con un objeto de metal todos los días. Yo no tenía un minuto de descanso".
Durante esos dos años, el prisionero no se le permitió caminar, y muy a menudo Artur tenía que hacer sus necesidades en la misma celda donde vivía. Se le permitió cuidar de su higiene personal en el patio sólo una vez en tres meses. Recuerda el chorro de agua helada sobre su cuerpo en tiempos gélidos.
Muchos días pasó hambre.
"Fue una situación terrible. Me lavaba la ropa sólo cuando se “limpiaba” la celda con cloro. Tenía que cerrar los ojos con un paño para no quedar ciego. Noches enteras, desnudo, tendía mi ropa o me metía en ella para que se secara con el calor de mi cuerpo. No había alimentos. Yo comía pan podrido", afirma este aldeano.
También dice que cogía con frecuencia frío y apenas se curaba sin medicina y cuidado. Sería ingenuo incluso soñar con ellos.
En noviembre de 2010, Artur Badalyan fue trasladado de nuevo a la misma unidad de la ciudad Ghazakh. Dice que le dieron algunos medicamentos en los alimentos, ya que estaba muy mal, débil y casi insensible.
"Dejaron a mi lado un cinturón para ahorcarme y había hasta un lugar especial para colgarse también", dice el sobreviviente de la captura azerbaiyana.
Cuando estaba en Ghazakh por segunda vez, se enteró de algunos representantes de la Cruz Roja lo visitarían. Antes nadie había jamás le había hecho una visita.
"Le dije a la Cruz Roja que fui a Ghazakh a pedir que el lado azerbaiyano me enviara a un tercer país. Me habían advertido que si no lo decía, me mandaban de vuelta a Bakú. Por lo tanto, tuve que obedecer, no quería volver a Bakú una vez más", explica Artur Badalyan.
Artur está seguro de que todas las presiones que sufrió tenían un objetivo; hacer que se volviera loco. "Ellos estaban haciendo todo lo que podían para hacerme enloquecer y que no se capaz de decir nada. Ellos querían que mi memoria se arruinara, de modo que pudieran decir que yo estaba loco".
Ahora está tratando de recuperarse con la ayuda de su familia. Su hijo tiene ya 2 años y medio.
Por las torturas en cautiverio que sufrió Artur Badalyan, la oficina "Populex" de la ciudad de Vanadzor planea demandar a Azerbaiyán. Esta será formalmente la primera acción. Luego, enviaran una demanda al Tribunal Europeo de Derechos Humanos dentro de un mes.
"Muchas cosas han cambiado. Tengo más metas ahora. Quiero trabajar para ayudar a mi familia a salir de las dificultades, a restaurar todo", sueña Artur.
Escrito por Anush Bulghadaryan para Aravot/ Fotografía de Mery Agakhanyan/ Traducido por SoyArmenio.com
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