Durante la última semana de octubre toda la humanidad siguió con atención y dolor los acontecimientos en la provincia de Van, en el surest...
Durante la última semana de octubre toda la humanidad siguió
con atención y dolor los acontecimientos en la provincia de Van, en el sureste
de Turquía. A consecuencia del
devastador terremoto el número de muertos varía de 500 a mil personas. Otras
2.300 resultaron heridas. Es natural que la compasión y atención de todo el
mundo sean destinadas a la tragedia y sufrimientos humanos.
Al mismo tiempo, se desconoce casi por completo la suerte de
los antiquísimos monumentos armenios situados en la provincia turca de Van,
incluida su perla – la catedral Surb Jach, o de la Santa Cruz, del siglo X, en
la isla de Ajtamar del lago Van. Y es que millones de armenios diseminados por
el mundo conocen esta tierra, azotada una vez más por el desastre natural, como
Armenia Occidental, un territorio del que fueron expulsados definitivamente
durante el genocidio de 1915.
La República de Turquía persiste en negar que en el Imperio
Otomano se llevara a cabo genocidio armenio - la deportación forzosa y masacre
de más de un millón de personas – afirmando que 300 mil armenios murieron
durante la sublevación armenia contra el gobierno turco. La defensa de Van, la
única provincia del Imperio donde los armenios representaban la mayoría de la
población, fue uno de los episodios más notables de los trágicos
acontecimientos.
Con el tiempo, el genocidio se convirtió en un elemento
esencial de la identificación nacional de los armenios, contribuyendo a la
consolidación de la diáspora armenia internacional que inició la lucha por el
reconocimiento del mismo. Más de 20 estados, incluida Rusia, y numerosas
organizaciones internacionales y regionales reconocieron el genocidio armenio.
Y cada declaración al respeto provocó una reacción hostil de Ankara.
En cualquier caso, los monumentos que se quedaron en las
tierras de la provincia de Van - como las ruinas de la antigua capital del
Reino de Armenia, Aní, o la hermosa catedral de la Santa Cruz en el lago Van, o
muchos otros menos conocidos que representan una especia de “muros de las
lamentaciones” para el pueblo armenio – estos monumentos, que en diferentes
momentos de la historia fueron o quedaron destruidos, son, o, al menos, deberían
ser, patrimonio mundial, apreciado por todas las personas cultas
independientemente de su nacionalidad y religión.
Turquía lo comprende. De mala gana y bajo numerosas
condiciones ambiguas, las autoridades turcas reconocieron el valos artístico e
histórico de la catedral de la Santa Cruz y pagaron las obras de su
restauración tras decenios de negligencia y vandalismo. El templo fue reabierto
como museo, las cruces no volvieron a lucir en sus cúpulas. Aunque a partir de
2009 se permite celebrar los oficios una vez al año.
No quiero decir con eso que la suerte de los monumentos
medievales sea más importante que las vidas humanas. De ninguna manera. Pero al
día de mañana, muchos querrán saber si estos templos y muros han sobrevivido el
terremoto, otro más en su historia milenaria. La preocupación por estos
monumentos representaría la manera más noble y menos politizada de arreglar las
relaciones no sólo con los armenios, sino con los millones de cristianos de
todo el mundo.
Por una extraña coincidencia – algunos diría providencial –
el mismo día cuando los temblores convulsionaban Turquía Oriental, o Armenia
Occidental, en Moscú el Supremo Patriarca y Catholicós de la Iglesia Armenia,
Karekin II, en presencia del presidente de Armenia, Serzh Sargsyan, y altos
cargos religiosos y civiles rusos, procedió a consagrar las cruces de otra
catedral de la Santa Cruz, la nueva catedral de la Iglesia Apostólica Armenia
en Rusia. Este templo repite las formas arquitectónicas del que está en el lago
Van, de siglo X.
La construcción en una de las avenidas céntricas de la
capital rusa del grandioso templo – la iglesia armenia más grande fuera de
Armenia – está finalizada. Solo falta terminar el decorado interior para que la
sede de la Diócesis más extensa de Nor Nakhichevan y Rusia abra sus puertas a
los fieles, que son numerosos ya que en Rusia residen de uno a dos millones de
armenios.
El pasado lunes, 24 de octubre, durante la reunión del
presidente de Rusia Dmitri Medvédev y el presidente de Armenia Serzh Sargsyan,
los mandatarios juntos llamaron a su homólogo turco Abdullah Gul para
expresarle sus condolencias. No es poco si pensamos que Turquía y Armenia no
tienen relaciones diplomáticas y la frontera, que atraviesa la zona afectada
por el terremoto, está cerrada desde 1993. Y, sobre todo, que Turquía rechazó
la ayuda para liquidar las consecuencias del desastre ofrecida por Armenia.
Sin embargo, cuando todos los muertos sean llorados y
enterrados, cuando se atienda a todos los heridos, el mundo querrá saber sobre
la suerte de los grandes monumentos, símbolos de la milenaria presencia armenia
en Turquía Oriental. El gobierno turco, actuando con respeto a ellos de una
manera o de otra, dará un paso hacia la reconciliación o, al contrario, se
alejará aún más de ella.
Andrei Zólotov, para RIA Novosti
Andrei Zólotov, para RIA Novosti
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