El Gobierno chino ha reducido significativamente en los últimos meses sus inversiones en gas y petróleo en Irán para evitar que recaigan so...
El Gobierno chino ha reducido significativamente en los últimos meses sus inversiones en gas y petróleo en Irán para evitar que recaigan sobre sus empresas las sanciones económicas que Estados Unidos ha declarado contra la República Islámica, según entienden fuentes del Congreso de Estados Unidos, en lo que supone un varapalo para Irán ya que el dinero de Pekín permite en gran medida el desarrollo de la infraestructura del sector petrolero del país.
No menos de cuatro ejecutivos pekineses han descrito la
situación actual como de "retroceso y retirada" entre las empresas
chinas que operan en Irán. Sin embargo, y para compensar, China ha comprado más
petróleo iraní de lo que tiene acostumbrado en los últimos meses con el
objetivo de contrarrestar las restricciones que pesan sobre la República Islámica
por su polémico programa de enriquecimiento de uranio.
La ralentización de la inversión de China en Irán se debe
parcialmente a un intento de relajar la tensión con la Casa Blanca. Tanto el
presidente Barack Obama como el vicepresidente Joe Biden y otros miembros de la
administración han subrayado durante las últimas semanas ante las autoridades
chinas "la necesidad de ejercer cierta contención en el capítulo de
inversiones en el sector energético iraní, ya sea reduciendo su actividad
actual o eliminando la posibilidad de nuevos acuerdos", según explicó la
portavoz Caitlin Hayden.
Por otro lado, importantes miembros del Congreso de Estados
Unidos involucrados en las relaciones bilaterales con China aseguran que
"Pekín se está enorgulleciendo en silencio de cooperar con Estados
Unidos", según una de estas fuentes. "De mediados a finales de 2010
comenzaron a hacernos claros indicios. Nos insinuaban: 'No os lo podemos decir
en público, pero os vais a dar cuenta de que no vamos a seguir adelante con
nuevos contratos'", añaden.
En respuesta, Irán ha solicitado a las grandes empresas
chinas -- y en particular la principal petrolera y gasística, China National
Petroleum Corporation (CNPC)-- que aceleren sus operaciones en el país o de lo
contrario se arriesgan a perder los multimillonarios contratos firmados
actualmente en yacimientos tan importantes como el del sur de Pars, donde la
CNPC ha decelerado sus operaciones tras firmar un acuerdo de 4.700 millones de
dólares --unos 3.300 millones de euros-- en 2010 para desarrollar la fase 11
del yacimiento gasístico.
Previamente, la tercera compañía energética china, la
también estatal China National Offshore Oil Corporation (CNOOC), había dado a
su equipo en el norte de Pars la orden de retirada del yacimiento a finales de
2010. Sinopec, segunda petrolera y gasística del gigante asiático, ha retrasado
el inicio de las operaciones para trabajar en el yacimiento de Yadaravan en
virtud de un acuerdo valorado en 2.000 millones de dólares --unos 1.400
millones de euros--.
Los observadores entienden que se trata de un "acuerdo
tácito" entre ambos países por el que China decelera sus operaciones a
cambio de que quedar exenta de las sanciones promulgadas por Washington
respecto a acuerdos previos", según la experta en energía del grupo de
análisis Brookings Institution Erica Downs.
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